Congelada la sangre de mi pecera
guarda en su nicho un pez sin ansias.
Y comprendo que el trueno se perdió en nuestras fotos amarillas.
Ahora soy torpe y ni siquiera veo el reflejo del relámpago.
Obstinada espeleóloga de tu garganta
espero de puntillas y el segundo se alarga,
el sudor quema, se nublan las pupilas.
Ya solo quedan las miradas del ciego
y el recuerdo de tu voz
se va meciendo
en el agua
de un vaso.
Gata de angora recién esquilada,
camino en círculos esperando neciamente
que se rompa el sonido de la estatua envenenada.
La que ya solo tiene párpados.
Versos espesos. Un mal momento. Esperar es algo que no todo el mundo sabe hacer, pronto muchos desesperan. Lo importante es que ese regodearse en la inmovilidad propia no sea más que un perido transitorio hasta que se decida volver a hacer girar el mundo.
ResponderEliminarSaludos.