miércoles, 15 de junio de 2011

LOS ÚLTIMOS VERSOS



La memoria no daba para más. Existen límites químicos, como existen límites físicos, lo cual viene a demostrar que la capacidad de almacenamiento siempre es finita. Así que tuvo que ingeniárselas para idear un código de escritura en relieve con el fin de dejar constancia de sus poemas, que ya no le cabían en la cabeza. Sabía que en un pasado mucho más amable, los ciegos usaban el sistema Braille; sin embargo, no conseguía hacerse ni una remota idea de en qué podría consistir.
La expresión «basado en seis puntos» constituía para él un verbalismo sin sentido. Pero a la fuerza ahorcan, y él se había buscado la vida hasta dar a luz su propio alfabeto. Papel no le faltaba.
Pero había algo que no podía hacer. Y cuando la melancolía creció hasta volverse más grande que el hambre y que la sed y que la soledad en aquel mundo devastado, abrió la última lata de luz y leyó una vez más los versos inmortales del libro que guardaba como un tesoro.
Después, solo la muerte.

Mir, 3 de diciembre de 2010.
Escrito en la estación de tren de Burgos.

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